Naci en el año 1985 y no olvido. La hiperinflación, la leche Enci en su bolsita verde, el olor a vela derretida cuando en la casi oscuridad me abrazaba a mi abuelita. Los peores fantasmas estaban afuera derribándose torres mientras los gobernantes se tiraban la plata a mansalva.
"¿Ahí están? Sí, aquí estamos", repetía cachacienta, imitando al birolo ministro de Alan. Luego vendrían mis vivas "y va a caer, y va a caer, caballo loco va a a caer". Desde chica me incliné a la política, desde niña miraba noticias, viví el terrorismo y agité el "puño" en victoria cuando cayó Abimael Guzmán. Niña, jugaba y politiqueba. Aún no olvido.
Fujimori y sus 10 años y un poco más. La prensa comprada, las noticas asquerosas que nos vendían, el Congreso cerrado y aperturado hecho como un joystick para estar a la par de la cochinada. El olor a bombas lacrimógenas, los vladivideos, los fraudes burdos, los tránsfugas. Ahí, cuando nacían los antihéroes y a veces los coherentes.
Soy antiterrorista, nunca he consumido drogas y mi color favorito es el amarillo.
Hoy, a mis 25, revivo una realidad política preocupante. Unas elecciones municipales polarizadas, diarios con un monótono gemido de manipulación, encuestas que se demoran más de la cuenta y jefes de gobierno que gritan a los 4 vientos sus predilecciones electorales. Una falta de seriedad preocupante, calco de años pasados, y donde el factor miedo ha sido su mejor espada y escudo.
Alan García, Lourdes Flores, Castañeda Lossio y los fujimoristas. Agarrados de la mano, como pasándose la posta, una seguidilla de poder y una cadena de eslabones dictatorialmente asolapados. Qué mal me huele esto. Una dictadura sin reelecciones para no contravenir la Constitución y no sea un escándalo, pero por debajo de la mesa, "camita alcolchonada" para que el paso de una misma línea turbia de políticos ansiosos de poder se queden entornillados en este país, que sin miedo, debió decidir.
Pero así no fue. Susana Villarán recibió la artillería pesada del lobby peruano, de ese que no puede perder la mermelada del día a día. ¡Cuántos intereses de por medio habrán, cuánto miedo sucitará que le rompan la cinta de "prohibido el paso"! Tiemblan de miedo, soltando la lengua triperina, instando al recuerdo del pasado que tanto daño nos hizo, asemejándolo para no dejar entrar una nueva propuesta de cambio con paz.
A mi no me engañaron. No me engañó Aldo Mariátegui y su Correo, ni Expreso, ni todos los demás medios de comunicación que vendieron su alma por quedarse en su chamba, llegando al colmo de querer "angelizar" a un narco. No me dejé llevar cuando PPK dijo que los inversionistas temblaban al ver nuestro futuro político cuando días posteriores salió una inteligente nota en The Economist trayendo abajo su teoría tendenciosa. No me dejé llevar viendo a De Althaus y escuchando a la Balbi poner el autochuponeo junto a Lourdes. A mi no me engaña nadie. En el momento que tenga que fiscalizar lo haré pero esto fue repugnante.
El poder sigue su línea putrefacta y qué pena me da. Hoy revive en mi esa niña de casi 5 años, cuando gritaba encima de las sillas de los restaurantes "caballo loco va a caer", cuando el pan parecía hecho de agua y pasaba el lechero tocando su triángulo en mi barrio de San Miguel. Y ahora me dicen caviar. Yo les respondo, sí y a mucha honra, pero jamás vendida, corrupta, lobbysta, ni loba.
Hoy, si perdemos una gran alcaldesa nos quedará en la conciencia. A ver qué maniobra hacen. En fin, hoy creo que los peruanos tenemos lo que merecemos. Que luego se la chupen.
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